MIS GENIALLYS

jueves, 29 de junio de 2017

LOS CABALLEROS.



Los caballeros eran guerreros que debían comportarse con educación. Solían estar al servicio de un noble y este a su vez ofrecía al rey lealtad. 

Los reyes y los nobles necesitaban un ejército para defender sus tierras. Los caballeros servían a su señor.

Mientras los hombres eran caballeros, las damas defendían el castillo de sus esposos. Pero algunas se fueron a la guerra como Juana de Arco (en 1429 intentó salvar al rey de Francia conduciendo un ejército en la batalla). 



Como el caballo, la armadura y los sirvientes del caballero tenían un precio elevado, solo podían convertirse en caballeros los jóvenes de las familias más adineradas. Sólo podían ser caballeros los nobles.

Para convertirse en caballero, el noble tenía que seguir un entrenamiento.

Cuando un niño cumplía siete años, abandonaba a su familia para convertirse en paje del castillo de un señor, generalmente un amigo de su padre o un tío.

Éste le enseñaba a ensillar el caballo y a montar y también debía aprender como sentarse en la mesa y comportarse como caballero. A cambio el paje debía atender todos los recados que le encargaban, servir en la mesa a su señor y tratar a todo el mundo con corrección y respeto.

Recibía una educación básica de manos del clérigo del castillo. La educación incluía nociones de historia, de geografía, de religión y un poco de lectura y escritura al menos para escribir su nombre. 

 
Con 14 años el paje se convertía en escudero. Le enseñaban a manejar la armadura y comenzaba el adiestramiento militar. Acompañaba a su señor a la guerra, aunque su cometido era llevar el escudo de su señor, ayudarle a ponerse y quitarse la armadura, cuidar de sus armas, limpiar sus armas y su armadura y encargarse de los caballos. A cambio, lo entrenaban físicamente y lo preparaban para la guerra. 


Cuando el escudero ya estaba preparado, que solía ocurrir a los 20 años, celebraban una ceremonia denominada investidura, tras la cual quedaban convertidos en caballeros.

La ceremonia de investidura comenzaba la noche anterior, cuando el caballero se encerraba en una capilla y se pasaba toda la noche sin comer y en vela rezando junto a sus armas. A esto se le conocía como “velar las armas”.

Al amanecer abrían las puertas y entraban todos. Sus armas eran colocadas en el altar y un sacerdote las bendecía. A continuación, el caballero se colocaba de rodillas a ante su señor, en señal de sumisión y respeto y este le daba con su espada en los hombros proclamándolo caballero. Este golpe con la espada se conocía con el nombre de “espaldarazo”. 

Si el señor no estaba en el castillo podía ser la dama quien invistiera caballero al escudero.  
 


La investidura terminaba con un juramento en el que el caballero se comprometía a ser valiente y recto, a luchar sin miedo en el campo de batalla, a ser fiel siempre a Dios y a su señor, no mentir jamás, aunque le costara la vida, ser amable con
los débiles, cortes con las mujeres y proteger siempre al indefenso. Tras este juramento quedaba convertido en caballero.

En ocasiones si el escudero protagonizaba alguna proeza en el campo de batalla el señor lo nombraba caballero en ese mismo instante. El escudero solo debía ponerse de rodillas para que su señor le golpeara con su espada en los hombros.












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